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Magda Portal

(1900 - 1989)

CÓMO TIEMBLAS EN MI ALMA


¡Cómo tiemblas en mi alma,

cómo tensas mi joven piel rosada,

cómo me agitas toda y tremes, cómo

jadeas en tu encierro de carne deslumbrada!


y lates, y golpeas y emocionas,

corazón, nervio, ala inquieta,

verdadera y tangible carne clara,

con voluntad, entre mi carne quieta.

¡Dios mío! Cómo vibra, cómo tiembla,

como golpean sus nudillos llenos

de impaciencia la puerta

cerrada de mi vientre y mis senos…


Me asombra, yo que vengo de tan lejos,

golpeándome los lados de la frente

y dando tumbos contra la pared,

me asombra cómo de repente

te introdujiste tan al fondo de

esta carne dura, impenitente,

y la ablandaste y la obligaste a ser

tu cálida prisión

que pronto has de romper…


¡Dios mío! Y yo le he dado gota a gota,

la miel del interior de mi colmena,

su celeste sabor llena su boca,

toda su carne está en mi alma llena.


¡Dios mío! y yo le mezo, y yo le canto,

en su urna de carne rosada, que

de sostenerle y abrazarle tanto,

siento dolor…


 

NOCHE


círculo de mis pensamientos


donde dan vueltas desesperadas las mariposas

neurasténicas-


ruidos indiferentes

para aunarse al estrépito con que golpean las

paredes de mi cráneo

todos los ruidos


A l e g r í a

la de mis dos pupilas


ventanas a una casa de locos

la de mis recuerdos de enantes

apiñados en las altas de mis sentidos

como pájaros sobre postes eléctricos


i mis brazos

afilados y firmes


tendidos hasta tocar las paredes de piedra

de la muerte


 

CIEGA


Como un Lázaro

envuelta en vahos cálidos

rasgada su mortaja de silencio


Pero más tarde habrá perdido toda su sonoridad

—en el ruido de las grandes ciudades

en la angustia de los puertos atravesados de promesas

y en el afán multicolor de

los barcos dejados a prisa—


Mas su eco —hebra de seda suave—

atara el corazón al pensamiento

para establecer la corriente del

Recuerdo


 

NEUROSIS


Mis nervios vibran, crujen,

mis nervios son cual cuerda

tensante y dolorida

de una caja de música ya vieja.

Mis nervios lloran, claman.

Mis nervios dicen: ¡quieta!

a la mano que sigue en el manubrio

dando la vuelta.

Y un día, todos juntos,

reventarán con hondo son.

Y quedará vacía

la caja -vieja música bohemia-

del corazón.






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