Actuar como una partícula brillante, siempre idéntica a sí misma, maravillosamente bella y desobediente a todo mandato
Yukio Mishima (Caballos desbocados, 1969)
Dentro del universo de autores y autoras hay casos que escapan incluso a la excentricidad del oficio literario. Yukio Mishima (1925-1970) es uno de aquellos a quien no se puede celebrar sin condenarlo, y es, quizás, esta condena lo que lo hace tan interesante.
Si escribo sólo refiriéndome a sus obras, las cuales abarcan más de una decena de libros, no significa hablar de él únicamente como escritor; pues sus trabajos fueron su vida, o, al menos, una parte importante de ella. Dentro de sus temáticas se exhibe una estética exuberante, erótica y profundamente arraigada a un imaginario histórico afectado por la guerra y la occidentalización. Los diálogos entre sus personajes se ven absorbidos por la utilización de metáforas y escenarios oníricos tan delicados como los paisajes descritos en cada una de sus obras donde la tensión entre delicadeza, crueldad, muerte y erotismo provocan sensaciones capaces de confundir los ánimos e ideas propias.
Mishima se considera junto a Jun’ichiro Tanizaki y Yasunari Kawabata, quien fue su maestro y amigo íntimo, como uno de los mejores escritores japoneses del siglo XX, y, también, un referente para la literatura actual, no ya sólo por su obra, sino por la apertura hacia la comprensión del pensamiento y alma de Japón.
Destacan entre sus obras: Confesiones de una máscara (1949), El pabellón de oro (1956), y la tetralogía escrita y terminada antes de su suicidio en el año 1970, El mar de la fertilidad, el cual incluye: Nieve de primavera, Caballos desbocados, El templo del alba, y La corrupción de un ángel. A modo de recomendación personal, Correspondencias (1945 - 1970), que pertenece a una serie de cartas entre los escritores Yasunari Kawabata y el propio Mishima, y la película del director Paul Schrader, Mishima: A life in four chapters (1985).
Por Lucyla Valenzuela
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