Un hombre con el pijama todavía puesto estaba sentado al borde de la vereda. Tenía las manos cruzadas sobre las rodillas, y la pera apoyada entre las piernas. Yo llegué apenas pude. Estaba amaneciendo en Santiago y el fuego se mezclaba con el sol. Sentí un calor desesperante apenas me acercaba hacia la casa en llamas, incluso con el traje puesto podía sentirlo en mi piel. Sabía que aquel hombre debía sentirse peor que yo, ya que estaba justo afuera de la casa. Asumí que vivía ahí, y que, además, estaba en shock por el incendio, aunque no le di mayor importancia en aquel instante: tenía que botar la puerta de la casa para permitir que mis colegas entraran. Alguien más se ocuparía de la persona.
Pasaron las horas. Había sombras sobre el pavimento. Ya el incendio estaba controlado. El hombre seguía allí, sentado, sin que su postura hubiera variado en ningún momento. El capitán había intentado hablar con él, pero este ni siquiera hacía el esfuerzo de levantar la cabeza. Cuando quisieron levantarlo se dieron cuenta de que era demasiado pesado como para hacerlo a la rápida. Prefirieron dejarlo ahí, ya que no interfería con el procedimiento. Yo lo veía mientras entraba y salía de la casa, como si se hubiera transformado en parte de la calle. No nos miraba. Su vista estaba perdida en algún punto fuera de nuestra comprensión. Una compañera salió para buscarme. El capitán me llamaba. Yo subí hasta lo que quedaba del segundo piso y me quedé congelado.
Era una pieza pequeña. Se lograban divisar algunos muebles a medio quemar. Había también varias camas, cuatro en total. Una era más grande, la cual supusimos era la matrimonial, aunque de todas formas era bastante pequeña. Alrededor de esta había tres camitas. Al principio no me percaté, pues no llevaba tantos años como bombero en ese momento, hoy lo reconocería de inmediato. El capitán me hizo un gesto con la mano y miré más de cerca las camas. En cada una se veía un bulto, ennegrecido, del cual todavía salía humo. Miré al capitán con los ojos casi desorbitados, como exigiendo una explicación. Él se limitó a mirarme y, acto seguido, asintió con la cabeza.
No recuerdo muy bien como salí a la calle. Recuperé mis sentidos cuando vi a un bombero, de otra compañía, zamarreando al hombre. Lo hizo varias veces hasta que logró ponerlo de pie. Y cuando esto sucedió, cayó al suelo un encendedor que tenía escondido entre las manos. El bombero lo vio y quedó congelado. Nos miramos y supimos cómo había sucedido todo.
El hombre, a quien parecía no importarle nada excepto ese encendedor, comenzó a
reír a carcajadas.
![](https://static.wixstatic.com/media/a59caf_056087c41f314b719e34b690a4020042~mv2.jpg/v1/fill/w_640,h_511,al_c,q_80,enc_auto/a59caf_056087c41f314b719e34b690a4020042~mv2.jpg)
Kommentare