top of page

¿Por qué, para qué y cómo leer a Arthur Rimbaud?

revistaelcoloso

 

Esto es lo primero que se me viene a la cabeza: porque sí; porque llena el espíritu, el estómago, o lo que sea que tengamos dentro; porque fue un rebelde, un trovador, un intérprete de la poesía de su tiempo; porque me ha hecho derramar negras lágrimas de éxtasis; porque vivió frenética y salvajemente, y se desvaneció, como una estrella fugaz, hasta perderse en los libros de historia. Leerlo de noche, a plena luz del día, en un vagón del metro, en una plaza, en una habitación con una lámpara a medio morir; eso, probablemente, sea lo de menos: la poesía no necesita artilugios ni fuegos artificiales. Es por esto que no importa ni el orden ni la cronología en la que se lean sus libros; pues, al fin y al cabo, no existe tiempo ni espacio para quienes se detienen a leer, aunque sea por un momento -el receso de una clase, los 10 minutos de colación, el breve paseo entre el baño y la cocina, los silenciosos minutos que acontecen luego de haber tenido sexo. Tal vez la historia de su vida es la guinda de la torta de una obra literaria que ha inspirado a un sinnúmero de escritores.


Arthur Rimbaud nació el 20 de octubre de 1854, en Charleville, Francia. Creció, como muchos de los otros niños de aquellos años, bajo la tutela de una madre autoritaria, estricta y devota de la fe cristiana; algo que, sin duda alguna, marcaría tanto la vida como la poesía del joven autor; una muestra de esto es el poema “Noche del infierno”: «Yo debería tener un infierno para mi cólera, un infierno para mi orgullo, y el infierno de las caricias; un concierto de infiernos». Fue un estudiante ejemplar: pasaba gran parte de su tiempo estudiando, y leyendo la biblia; pero, silenciosamente, se infiltraba por los callejones de las bibliotecas para leer literatura, Victor Hugo fue su primer gran maestro. Su adolescencia estuvo marcada por la idas y venidas: en 1870, y con tan sólo 16 años, huyó de su casa con rumbo al norte; luego, hacia Bélgica, y más tarde a París, donde fue testigo de los disturbios provocados por la amnistía decretada por el gobierno de Versalles. Ese mismo año volvería a Charleville.


En 1871, Paul Verlaine, a quien Rimbaud había enviado algunos poemas, le invitó a París. Entre aquellos textos se encontraba “El barco ebrio”; una de las obras más brillantes del autor, en la que no escatima en recursos poéticos e imágenes que, fácilmente, podrían hacer llorar al más infame de los seres humanos: «Nuestra barca, alzada en las brumas inmóviles, se orienta hacia el puerto de la miseria, la enorme ciudad del cielo manchado por fuego y lodo. ¡Ah, los andrajos podridos, el pan mojado en lluvia, la ebriedad, los mil amores que me crucificaron!». Ya instalado en la capital literaria de Europa, se encontró con el famoso poeta (10 años mayor que él), quien, a la larga, se convertiría en su amante, verdugo y mentor. Juntos se instalaron en Bruselas, y recorrieron Bélgica e Inglaterra. Su relación fue romántica, tormentosa y vehemente, y estuvo marcada por la poesía, el vino, los golpes y las escenas de celos. Finalmente, Verlaine, enloquecido a causa de las drogas y el temor al engaño, le dispara en el pecho a Rimbaud, el cual, ya sea por casualidad, destino o mera mala puntería, sobrevive.


En 1873 se publica “Una temporada en el infierno”: el libro más reconocido e influyente del poeta. Tras esto, Rimbaud, profundamente dolido por los acontecimientos ya mencionados, regresa a Francia, mientras que Verlaine es recluido en una cárcel belga. Su siguiente libro fue “Iluminaciones”: una colección de poemas en prosa que escribió durante su estadía en Inglaterra junto a Verlaine (aunque no hay pruebas fehacientes de esto), quien, además, se encargó de redactar el prefacio del mismo. El último encuentro entre ambos fue en 1875, en Alemania, luego de que el autor de “Los poetas malditos” recuperara la libertad. Fue allí que Rimbaud, ya hastiado del oficio literario, decide entregarle sus manuscritos a su antiguo amante. Luego de esto decide recorrer el mundo, o, al menos, una parte de este; quizás, y sin temor a exagerar, un mundo demasiado pequeño para un espíritu salvaje como el suyo. Creo que no hace falta hablar acerca de su muerte pues… ¿Acaso lo importante no radica en lo que las obras dejan por sí mismas?


Publicaciones de Arthur Rimbaud:


Poesías (1863-1869)

Cartas del vidente (1871)

Una temporada en el infierno (1873)

Iluminaciones (1874)

Cartas completas (1870-1891)


Por Javier Ignacio Lux





Comments


bottom of page