No tengo ni la más remota idea de lo que es el amor, y, sin embargo, tengo la certeza -idealizada, quizás- de que se parece a esto: la nota de un saxofón a medio morir, el resoplar de un acorde que se estira, contrae e intensifica como el pasar de los años… ¡Ay, como el recuerdo de un antiguo romance! Sé, también, que detesto esta idea de que el jazz es música para personas intelectuales, solitarias y, probablemente, aburridas; no, no se puede estar más equivocado; el jazz, en su esencia, es música para revolucionarios, luchadores y marginados; de ahí su origen, de ahí su propósito; pero, y para no alargar un texto que podría llegar abarcar más de cien años de música e historia, me centraré en una canción en particular: I'm a Fool to Want You de Dexter Gordon.
El tema comienza con unas breves notas de piano que, y al igual que sucede con el acto mismo del amor (sí, el sexo), nos da una pista de lo que vendrá después; y es, entonces, cuando el saxofón, ya envuelto en lágrimas, comienza a emitir ondas de sonidos que, personalmente, me parecen indefinibles: ¿Maravilloso, espectacular, sublime, extraordinario? Prefiero, y como en tantas otras ocasiones, volver a la palabra Magia: he ahí la suma de todo lo anterior. La canción avanza, lentamente, hasta llegar al solo final: los instrumentos adquieren vida propia, y se hacen uno; la batería, el piano y el saxo se entrelazan, y vibran tan alto como solo lo puede estar alguien que ha experimentado la sensación –demasiado efímera- de estar enamorado. ¿Eso es lo que llamamos Magia?
I'm a Fool to Want You fue escrita por Jack Wolf, Joel Herron y Frank Sinatra, quien, además, la publicó como sencillo. Esta es, tal vez, una de las canciones de jazz más versionadas de la historia: se me vienen a la cabeza los nombres de Chet Baker, Billie Holiday, Dinah Washington y Elvis Costello. Aunque, a decir verdad, y que fue lo que me motivó a escribir este texto, mi favorita es la del aclamado saxofonista Dexter Gordon. No porque crea que es la mejor, ni siquiera por el hecho de haber sido la primera que escuché, sino porque, muy en el fondo, me lleva a un éxtasis que muy pocas veces he sentido.
Y ahora la canción se vuelve a repetir; pero, esta vez, soy yo quien está envuelto en lágrimas.
Por Javier Ignacio Lux
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