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Hombre: poema de Javier Ignacio Lux

revistaelcoloso

 

Vengo del sol

Desaparezco como el fuego

Mis pupilas se hinchan como una estrella moribunda,

y mis pies, aún frágiles e infantiles,

se deslizan por el piso al ritmo del jazz


Este soy yo

Esta es la tierra en la que planto mis raíces

Estos son los juguetes a los que daré vida

Este es el cuarto en el que pasaré los próximos diez años


Abrir los ojos por la mañana

He ahí la mayor de mis frustraciones

¡Ay, cómo me gustaría despertar siendo polvo!

Soñar ya es asunto del pasado, o, al menos, eso me digo a mí mismo, y es que erigí

una vieja fantasía –una imagen llena de luz- y ésta también me dio la espalda

¡Todos esos niños salieron corriendo!

¡Me comieron los ojos!


Soy tan patético como Lázaro; pero, a diferencia de él, yo no tengo a ningún salvador en mi esquina

Deseo tener a un hombre

Deseo ser abrazado por un millón de brazos


Estos son mis dedos

Esta es mi boca –abierta como el ojo de una flor-

Este es el péndulo en el que me balanceo

Estas son las sábanas con las que daré forma a mi obra maestra


Frágil

Soy demasiado frágil como para ir de un lado a otro:

el baño, la cocina, el patio, la ventana más próxima...

Ya me son sitios ajenos

Tan ajenos como mi propio rostro

¿Alguna vez fui –antes de mi primer accidente- quien creí que era?

Nunca brillé tanto como en la hora de mi huida


Esta es mi garganta

Este es el nudo que tengo en la nuca

–idéntico al que alguna vez tuvo mi mamá-

Estos son mis instintos más viscerales


Estoy tan seco como las hojas del jardín

en el que pasé mi infancia

Es probable que todo lo que sucede

en mi vida –delirios, sobresaltos- haya empezado ahí

No lo recuerdo muy bien

Es difícil pensar después de pasar tanto tiempo

pegado a la corriente eléctrica

Y es que solo sé esto:

soy menos hombre de lo que Cristo fue mortal


Siempre lo supe

Fue fácil saber que estaba allí:

las manos húmedas, la mandíbula apretada, el corazón latiendo al ritmo de un tocadiscos

No había tiempo que perder

Ya no quedaba nadie a quien más decepcionar

Mi sexo aún dormía; pero, como cualquier otra bestia salvaje, acabó por despertar de un brinco

Y descendí a lo más profundo de mi infierno

¡Me llamaron loco!

¡Me colocaron frente una televisión!


Este soy yo

Este es mi ridículo pie izquierdo

Esta es la vida que me fue asignada

Estos son todos los hombres que hay dentro de mí


Piedad (William-Adolphe Bouguereau, 1876)


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