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Dos poemas de A.S Parra

revistaelcoloso

 

LA PORTADA


La Portada

está en el metro moneda

pintada.


Ahora

los vientos

de un verano

que enfrió

nuestra rabia.


Vuelvo a pensarte

jugando en la ciudad

corriendo de mí mismo

como si estuviéramos

en la pinta.


En tu casa

me enfermé de la guata

y el dolor

fueron esas palabras

espinosas

que me dijiste

al olvidar

la botella

de agua

antes de ir a La Portada.


Me quedé dos semanas

en tu casa

donde nos asfixiamos

en palabras

algunas ingenuas

y otras bruscas.


También fuimos al mar.

Yo le grité mi rabia

mis traumas

lo imaginé con vida humana

mientras le entregaba

abrazos

con mis extremidades

saladas.


En la arena

tú le hablabas

a un vagabundo

junto a las rocas

uno que conocimos

porque parecía estar perdido

nos dijo:

extraño a mi hermana

que está al norte

después de este país

al norte

en una ciudad tropical.


Le prestamos un celular

porque sentimos compasión.

Un par de mensajes

en cuadros de texto

a una destinataria

de la que no sabíamos

nada.


Un rato después

te reías con él

mientras yo estaba

en una contienda

contra el mar

hurgando

paternidad.


Ahora

las puertas

se abren

Me subo al vagón

voy

a otra estación.


 

EL CASTAÑO


Hay

una tele

en el Castaño.


Unos adolescentes

hablando

de un globo transparente

que tiene

chaya adentro.


Una conversación

a escondidas.

Cubriéndose

con las mochilas

en las mesas

del lugar.


Risitas

con los ojos cristalinos

mirando a la esquina

de arriba.


Que nadie se dé cuenta

de las obscenidades

que dicen.

El globo pegado a la tele


se parece, murmullan,

al condón

con el que juegan

en la sala del curso

el tercero medio B.

A ese que le pegan

flotando en el aire

hacinado por las hormonas

y el calor del verano.


¡Qué no caiga!

y si es que cae,

al menos, aunque sea

encima de los moños de tomate.

Muchas risitas

en los recuerdos compartidos

de chicos mal portados

cómplices de salón

donde juegan también

con canicas

y gogos de Panini.


Paralelos a los cabros

hay viejas en los ventanales

con ojos apabullados

que ya al tanto de algunas palabras

los juzgan con muecas

a medio camino

de mostrar los dientes


llenos de moho verde.

Gruñendo con las arrugas

les dicen

también a escondidas

“cabros ordinarios”.


En medio

de esos susurros

que no se enuncian

a los otros por parte de nadie,

las vendedoras

venden;

las panaderas

hacen pan precocido

poniendo en los hornos,

además,

empanadas de pino

y otras de queso

para los vegetarianos

ovo lácteos.


A Valparaíso (1963) Dir: Joris Ivens

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