LA PORTADA
La Portada
está en el metro moneda
pintada.
Ahora
los vientos
de un verano
que enfrió
nuestra rabia.
Vuelvo a pensarte
jugando en la ciudad
corriendo de mí mismo
como si estuviéramos
en la pinta.
En tu casa
me enfermé de la guata
y el dolor
fueron esas palabras
espinosas
que me dijiste
al olvidar
la botella
de agua
antes de ir a La Portada.
Me quedé dos semanas
en tu casa
donde nos asfixiamos
en palabras
algunas ingenuas
y otras bruscas.
También fuimos al mar.
Yo le grité mi rabia
mis traumas
lo imaginé con vida humana
mientras le entregaba
abrazos
con mis extremidades
saladas.
En la arena
tú le hablabas
a un vagabundo
junto a las rocas
uno que conocimos
porque parecía estar perdido
nos dijo:
extraño a mi hermana
que está al norte
después de este país
al norte
en una ciudad tropical.
Le prestamos un celular
porque sentimos compasión.
Un par de mensajes
en cuadros de texto
a una destinataria
de la que no sabíamos
nada.
Un rato después
te reías con él
mientras yo estaba
en una contienda
contra el mar
hurgando
paternidad.
Ahora
las puertas
se abren
Me subo al vagón
voy
a otra estación.
EL CASTAÑO
Hay
una tele
en el Castaño.
Unos adolescentes
hablando
de un globo transparente
que tiene
chaya adentro.
Una conversación
a escondidas.
Cubriéndose
con las mochilas
en las mesas
del lugar.
Risitas
con los ojos cristalinos
mirando a la esquina
de arriba.
Que nadie se dé cuenta
de las obscenidades
que dicen.
El globo pegado a la tele
se parece, murmullan,
al condón
con el que juegan
en la sala del curso
el tercero medio B.
A ese que le pegan
flotando en el aire
hacinado por las hormonas
y el calor del verano.
¡Qué no caiga!
y si es que cae,
al menos, aunque sea
encima de los moños de tomate.
Muchas risitas
en los recuerdos compartidos
de chicos mal portados
cómplices de salón
donde juegan también
con canicas
y gogos de Panini.
Paralelos a los cabros
hay viejas en los ventanales
con ojos apabullados
que ya al tanto de algunas palabras
los juzgan con muecas
a medio camino
de mostrar los dientes
llenos de moho verde.
Gruñendo con las arrugas
les dicen
también a escondidas
“cabros ordinarios”.
En medio
de esos susurros
que no se enuncian
a los otros por parte de nadie,
las vendedoras
venden;
las panaderas
hacen pan precocido
poniendo en los hornos,
además,
empanadas de pino
y otras de queso
para los vegetarianos
ovo lácteos.
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