No sé cómo ni cuándo ni porqué llegué a Seda (1996), de Alessandro Baricco. Sólo recuerdo estas imágenes: iba camino a una cita; pero, como la ansiedad es más fuerte, llegué antes, muchísimo antes de lo acordado. El punto de encuentro fue, como siempre, el metro Universidad Católica; razón por la que, instintivamente, me puse a recorrer los puestos artesanales que están a la salida del mismo. Comencé a ojear los libros, a consultar los precios y, al final, elegí llevármelo, quizás por el sólo hecho de comprar algo, tal vez por el bonito diseño de la portada, o porque, sin siquiera saberlo, me iba a topar con una grandísima obra.
La historia transcurre a mediados del siglo XIX, y gira en torno a Hervé Joncour, un comerciante francés de la industria textil que, reiteradamente, viaja a Japón, y sus alrededores, con el fin de comprar huevos de seda. Es en estos viajes que, por azar o destino, se encuentra con una misteriosa mujer, la cual, a simple vista, parece ser hija del patriarca de la zona. Hervé Joncour es, después de todo, un hombre lleno de dudas, contradicciones y batallas internas, y es que por un lado tiene a su pueblo, su trabajo, su país y, sobre todo, a su mujer; pero, al otro lado del mundo, está esta otra realidad: un lugar que funciona a otro ritmo, bajo otras leyes, en medio de la naturaleza, el mismo lugar en el que vive esta otra mujer, la misma que personifica el objeto del deseo, y, también, de lo prohibido.
Podría decir que esta novela se destaca por su sutileza, elegancia, por su pausado y tenue ritmo, y por esa simplicidad, casi repetitiva, que hace que uno se sumerja por completo en el viaje. También podría agregar que, después de terminarla (no tardé más de dos días), no sabía si se trataba de una historia, de una fábula o de un testimonio, y, paradójicamente, aún no lo sé.
«Es una historia misteriosa, lacónica perfecta» (Mario Vargas Llosa)
«No paro de recomendar Seda» (J. Martí Gómez, La Vanguardia)
«Seda es una bellísima historia de amor, disfrazada de libro de viajes. Hervé Joncour, el viajero, no es el verdadero protagonista, porque ésta es la historia de tres mujeres que manifiestan su amor en un gesto, que se convierte en metáfora de cada una de sus vidas» (Rafael Pérez Castells)
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