Por la mañana, al despertar, B está enamorado otra vez. ¿Pero está enamorado de X o está enamorado de la idea de estar enamorado?
Roberto Bolaño
Se me hace difícil hablar de Roberto Bolaño; pues, después de todo, fue uno de los escritores que me «inició» en la literatura. Fue el que me hizo pensar: «Guau, hay algo más allá de las palabras, del horizonte visible, hay algo, no sé qué, que me hace creer que la vida es indescifrable». Una de las razones de porqué me produjo eso, y que después me volvió a suceder con otros escritores, fue su humor, su ácido, distorsionado e inconfundible humor. No llegué a él a través de «Detectives Salvajes» ni «La literatura nazi en América» ni, muchísimo menos, por medio de «2666»; no, mi camino empezó por Llamadas telefónicas (1997), su primer conjunto de relatos, y que, a la larga, se convirtió en mi libro favorito del autor nacido en Santiago, Chile.
Aquí se nos presentan catorce cuentos divididos en tres segmentos temáticos: Llamadas telefónicas, Detectives y Vida de Anne Moore. Esto, creo yo, no está dispuesto al azar; pues, tanto los cuentos como los segmentos, así como el orden de los mismos, están relacionados entre sí. Cada cuento es un enigma por descifrar: rompecabezas que se vuelven más complejos e intensos a medida que cambiamos de página, y que descubrimos, no sin antes respirar hondo como quien se sumerge en lo más profundo del océano, lo que el autor nos quiere mostrar u ocultar.
Aquí, también, nos encontramos con personajes clásicos de la literatura de Bolaño: almas errantes, escritores fracasados, hijos e hijas de la melancolía, detectives, y, sobre todo, lectores de poesía. Esta última está presente en cada uno de los relatos, ya sea de manera explícita, implícita, o como punto de partida: allí donde todo converge, y es que Bolaño, quien varias veces dejó en claro que lo suyo era la poesía en su estado natural (Yo creo que la mejor poesía de este siglo está escrita en prosa, dijo alguna vez), hace (o hacía) gala de una exquisita e intensa narrativa que, por momentos, te golpea, te hace temblar, y te arrastra hacia lo más oscuro del abismo, y, sin embargo, solo te deja observar un borde de este, lo que hace que te preguntes: «¿Aquí terminó todo?». Y la respuesta, que bien podría ser un sí, un no, o un tal vez, no llega nunca, y eso, en el fondo, es lo que nos hace seguir leyendo.
Llamadas telefónicas obtuvo el Premio Municipal de Santiago, en 1998, en la categoría de cuento.
Por Javier Ignacio Lux
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