Un extraordinario escritor, igual a Hemingway (por la técnica seca, minimalista) y a Salinger (por lo maravilloso que surge, también, en las grietas de toda la vida).
(Michel Braudeau, L’Express).
De Shakespeare a Victor Hugo, de Faulkner a Fitzgerald, de Agatha Christie a Marguerite Yourcenar, y, para ser aún más contemporáneos, de John Cheever a Haruki Murakami, Michel Houellebecq o Virginie Despentes. Escritores aclamados, leídos (acaso lo más difícil), y, sobre todo, reconocidos por su estilo, técnica y forma propia. (¿Sinónimos de un mismo concepto?). En medio de estos autores, y como pasa en todas las categorías del arte, hay muchos otros, y entre ellos está Raymond Carver: un contrapeso (tanto en estilo como en época) entre Hemingway y Bukowski.
Catedral se publicó en 1983, e inmediatamente pasó a formar parte de una implícita trilogía de libros junto a ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? (1976), y De qué hablamos cuando hablamos de amor (1981). Este tercer volumen de cuentos que, a su vez, es un preámbulo de lo que luego veríamos en Tres rosas amarillas (1988), comparte varios de los elementos característicos de sus antecesores: el minimalismo, la pulcritud, los personajes comunes (erróneamente catalogados como simples), la narrativa limpia, fluida y delicada, y, también, las escenas cotidianas de la vida; las relaciones de pareja, el ocio espiritual, el trabajo, la sociedad norteamericana de aquellos años, etcétera. Carver escribió al respecto: «Pienso que es bueno que en un relato haya un leve aire de amenaza... Debe haber tensión, una sensación de que algo es inminente». La amenaza, en este caso, es el propio tono narrativo del libro: la expectación, la calma, el preámbulo que lleva hacia el desastre.
Son doce los relatos que conforman este título, los cuales, y al igual que una montaña rusa, suben y bajan de intensidad, como las pulsaciones de un corazón enfermo, quizá, hasta llegar a dos puntos culmines: Fiebre y Catedral (relato que da nombre al libro), acaso dos de los relatos más complejos, conmovedores e íntimos del autor. «Por la noche, sentado delante de la televisión con una revista o un libro sin abrir junto a él, en el sofá, solía pensar en Eileen. Cuando lo hacía, recordaba su risa, tan dulce, o su mano dándole masaje en el cuello cuando se quejaba de tenerlo dolorido. En esas ocasiones casi llegaba al borde de las lágrimas. Había pensado que esas cosas sólo les ocurrían a los demás».
El universo narrativo de Raymond Carver es, dentro del género del cuento contemporáneo, sin duda alguna, uno de los más prolíficos e interesantes de la literatura norteamericana del siglo XX, y es, también, una de las mayores influencias que se pueden hallar a la hora de comenzar a escribir.
![](https://static.wixstatic.com/media/a59caf_a702467c50f741408c048e5665454d6a~mv2.jpg/v1/fill/w_980,h_775,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_auto/a59caf_a702467c50f741408c048e5665454d6a~mv2.jpg)
Comments