Llueve. Llueve. Continúa lloviendo. La ciudad duerme, descansa, y, al igual que un oso polar, se hace una con el frío. Pero, y como si de un mundo paralelo se tratara, hay un rincón que empieza a iluminarse como un foco radioactivo: un punto del espacio-tiempo que está fuera de toda norma. Ha comenzado la reunión.
Aquí las cosas no suceden porque sí. Aquí cada uno pone de su parte para que la máquina siga funcionando. En palabras de una de las encargadas de la administración del local: Si no lo hacemos nosotros... ¿Quién más lo va a hacer? La autogestión es lo que mantiene viva la escena musical underground/alternativa.
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La apertura del show está a cargo de AE Merzari & Los Josetomas: una bomba de ruido que hace aullar al público presente. (Público que, a pesar de la copiosa e intensa lluvia primaveral, llegó hasta las profundidades del bar La Juguera, ubicado en pleno barrio Matta). Su vocalista, Javier Ramírez (conocido como AE Merzari), define la música de su agrupación como: un pop industrial que, si bien comienza desde la estética musical, lo distópico y lo realista, tiene un sentimiento extraño, muy arraigado a la interacción con el mundo, que es lo que más me interesa proyectar: esa incomodidad colectiva de la que todos somos parte. Se hace difícil no mover la cabeza al escuchar el oscuro, potente y distorsionado bajo que, al igual que una pareja de caballos que dirige una carreta, parece dar cuerda al reloj, y es que a falta de un guitarrista principal en los shows en vivo, este asume el protagonismo del ya característico sonido de la banda. Espectáculo asegurado.
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Llueve. Llueve. Continúa lloviendo. Hoy, después de 1.460 días, Valmara Frontier (liderada por Cristian Letelier) vuelve a tocar en vivo. La lluvia parece ser el acompañante ideal: un regreso cargado de energía, caos, y, al mismo tiempo, de serenidad. Una dosis furiosa de punk alternativo. Un punk que, sin duda alguna, ha ido mutando a través del tiempo, y es que la banda ha pasado por distintas épocas; primero, y como suele suceder con las agrupaciones emergentes, partieron haciendo un punk rústico, minimalista, con una gran influencia de bandas como Dead Kennedys, Pixies y La Polla Records; luego, dieron un salto hacia un sonido más melódico, pausado, pero no por eso menos enérgico.
En medio del ruido, los aplausos y las conversaciones, hablamos con Cristian. Aquí sus respuestas.
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J: ¿Cómo comienzas a escribir una canción?
C: La verdad es que no es un proceso muy elaborado. Todo parte desde algún tópico, verso o imagen. Algo que aparece de la nada; aunque, por lo general, me gusta partir desde algún tema sociopolítico. Ese tema puede venir de cualquier cosa que veo por ahí: una frase, una película, un libro, una noticia, o de alguno que otro documental. Es, por decirlo de alguna forma, una libre asociación de palabras...
J: ¿Es lo mismo al momento de armar el instrumental?
C: Ese es un proceso aún menos glamuroso. Puedo estar tirado en la cama o tocando guitarra mientras veo la televisión. Es algo totalmente espontáneo, y, la verdad, es que me gusta que sea así. Soy bastante fome en ese aspecto (risas). Y lo otro, y quizás más importante, es la improvisación que se da en los ensayos. Es ahí donde ocurre la magia.
La lluvia ha cesado. La gente comparte vasos, cigarrillos y palabras. El ambiente luce liviano, tenue. Hay cierto olor a melancolía: los integrantes de la banda se funden en un abrazo grupal que parece ser un pacto definitivo con la música.
Por Javier Ignacio Lux
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